Plaza Pública
Álvaro Vélez

Plaza Pública

Manifestación pública con motivo de la visita del presidente Alberto Lleras Camargo a Medellín. Digar, 1958.


En Ciudad de México, ante la Conferencia Panamericana de 1901, el delegado de Colombia Rafael Reyes pronunció estas palabras: “en tiempos pasados fue la Cruz o el Corán, la espada o el libro, los que hicieron las conquistas de la civilización; actualmente es la poderosa locomotora, volando sobre el brillante riel, respirando como un volcán, la que despierta los pueblos al progreso, al bienestar y a la libertad […] y a los que sean refractarios al progreso los aplasta bajo sus ruedas”. Años después (1905–1909), Reyes se convertiría en presidente de Colombia e impulsaría el primer intento de modernización del país, que tuvo como característica particular el desarrollo de la red ferroviaria.

En algunos lugares esa red de ferrocarriles ya estaba en construcción, así que Reyes más bien propició su avance. Tal fue el caso del Ferrocarril de Antioquia, cuya construcción se inició a mediados de la década de 1870; en 1914 los rieles habían logrado llegar, por fin, a la capital del departamento. La estación del ferrocarril en Medellín se ubicó en una zona pantanosa que años antes había empezado a transformarse, a partir de la inauguración de la plaza de mercado de Guayaquil (23 junio de 1894). También había allí un significativo complejo de edificios de comercio y hospedaje, como los ahora restaurados Vásquez y Carré (construidos entre 1872 y 1906), que, junto con la plaza, fueron obra del arquitecto francés Charles Carré, bajo el auspicio de Carlos Coroliano Amador. Tras la construcción de la estación, dicho complejo tomó el nombre de Plaza de Cisneros, en homenaje al ingeniero y constructor del Ferrocarril de Antioquia.

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Manifestación con motivo de la visita del presidente Gustavo Rojas Pinilla. Gabriel Carvajal, 1953.


La Plaza de Cisneros se convirtió en punto de referencia del comercio de Medellín, y en escenario ideal para las manifestaciones sociales y políticas de la joven ciudad. Fue a comienzos del periodo de la República Liberal (1930-1946) cuando la plaza cobró importancia como espacio de concentraciones políticas. Antes de 1930 las manifestaciones eran escasas y poco significativas, en comparación con lo que vendría luego. La respuesta se encuentra en el talante del período político inmediatamente anterior.

Para 1930 el Partido Liberal había estado casi cincuenta años fuera del poder. Desde la segunda mitad de la década de 1880 habían gobernado los conservadores, primero durante el período de la Regeneración (1884-1905) y luego durante la Hegemonía Conservadora (1910-1930), con el intermedio de la dictadura de Rafael Reyes, que, después de todo, tenía también una inclinación azul. A finales de la década de 1920 la Hegemonía Conservadora estaba desgastada por el largo período de gobierno y por hechos particulares como la Masacre de las Bananeras (1928), que desprestigió enormemente al gobierno e hizo que en las elecciones de 1930 el Partido Conservador sucumbiera ante los liberales.

La propuesta del Partido Liberal fue un soplo de aire fresco para el país, y el talante mismo de sus dirigentes despertó una nueva cercanía con las masas populares, aunque los guiños mutuos venían de décadas anteriores, como cuenta Jorge Orlando Melo:

Por supuesto, el liberalismo, que ya muestra una vocación populista subrayada por Rafael Uribe Uribe desde comienzos de siglo (cuando recibe en 1904 un homenaje en Medellín lo agradece “a mis amigos obreros y artesanos”), cuenta con la adhesión masiva de negros y mulatos. Para muchos conservadores, para las señoras con ínfulas raciales y aristocráticas, el liberalismo es el partido de los negros, y hasta los ha traído del Cauca para poder pelear sus guerras civiles, como en 1876. La copla popular lo subraya:

Un negro conservador
es música que no suena,
es como un parche en el culo
cuando el dolor es de muela.

La primera concentración importante en la Plaza de Cisneros se dio con la visita del candidato a la presidencia Enrique Olaya Herrera, que venía de iniciar su campaña con algunas concentraciones en Cartagena, Barranquilla, Puerto Berrío (donde inscribe su candidatura) y Bucaramanga. Arribó a Medellín en el Ferrocarril de Antioquia, acompañado de algunos dirigentes liberales, y el 22 de enero de 1930 habló frente a una multitud en la Plaza de Cisneros.

No hay un estimado de cuántas personas asistieron aquel miércoles de enero, pero Eduardo Santos la calificó como “monstruosa manifestación”, y, más significativo aún, es el documento gráfico de Jorge Obando, donde se aprecia, en una imagen panorámica, la multitud que llena todos los rincones de la Plaza de Cisneros. La imagen incluso muestra algunos asistentes trepados en los muros de la estación del ferrocarril y en los techos de las edificaciones vecinas al Vásquez y al Carré. La fotografía, tomada desde una esquina de la estación, no alcanza a retener la multitud, que se pierde en el horizonte. Una apreciación similar fue publicada en El Heraldo de Antioquia, en su edición del 23 de enero, que en su primera página exhibió un vistoso subtítulo: “A través de su historia nuestra ciudad no había presenciado un movimiento más entusiasta y grandioso que éste”.

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Manifestación de apoyo a la candidatura presidencial de Darío Echandía Olaya. Gabriel Carvajal, 1949.


También en el periódico El Colombiano hay referencia a la euforia de muchas gentes de Medellín por la visita de Olaya Herrera:

La Plaza de Cisneros no era la única que albergaba manifestaciones y mítines políticos. Jorge Orlando Melo describe la ruta proselitista:

El Parque Berrío también era un sitio importante para este tipo de concentraciones, pero la Plaza de Cisneros era el lugar ideal para ellas, sobre todo si eran muy concurridas, pues ofrecía varias cualidades que permitían una mejor logística del evento: su área, más amplia que la de otros parques y plazas de la ciudad; su ubicación en el punto de llegada del ferrocarril, siempre propicia para la movilización de gentes de las afueras o de otros municipios del departamento; su condición de terminal de transporte intermunicipal y, sobre todo, de lugar de encuentro comercial, de hospedaje y de ocio de muchas gentes de Medellín.

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Otra manifestación política significativa fue la protagonizada por Jorge Eliecer Gaitán el 22 de agosto de 1947. El periódico La Defensa abrió su edición del día siguiente con un titular rotundo: “50.000 liberales gaitanistas”. Sin embargo, la manifestación parece haber alcanzado tintes vandálicos, pues se culpa a los asistentes de apedrear el edificio de la estación del ferrocarril y de otras mañas:

Una nota ridícula dieron ayer los manifestantes gaitanistas al colocar un par de banderas rojas en las manos de la estatua del doctor Francisco Javier Cisneros en la plaza del mismo nombre de esta ciudad. Como se ve, el gaitanismo pretende enrolar en sus huestes a los muertos ilustres… Por algo será.

Denuncias similares recogió El Colombiano. Y a pesar de que durante ese día rigió la ley seca, La Defensa denunció el incumplimiento de la prohibición de ingesta de licor publicando una carta dirigida al Directorio Liberal de Antioquia. La nota llevaba el título de “Gaitanismo químicamente puro”:

En este sencillo mensaje, un gaitanista atropellado por la “ley seca” que impuso ayer el gobierno, pide refuerzos al doctor Rubén Uribe Arcila para poder escuchar al doctor Gaitán con un liberalismo a cuarenta grados sobre cero, que era el que carbonizaba ayer tarde la Plaza de Cisneros.

A pesar de los desmanes, el discurso de Jorge Eliecer Gaitán fue conciliador, y El Colombiano registró su sorpresa frente a este hecho, pues los conservadores esperaban una oratoria agitadora por parte del líder liberal.

El amplio recibimiento a Gaitán no coincidió con los resultados electorales de 1946, en los que los liberales apoyaron a su contendiente Gabriel Turbay, que con un talante más moderado sedujo a dirigentes y simpatizantes del partido en Medellín. Meses después los edificios que enmarcaban la Plaza de Cisneros sufrieron saqueos y desórdenes el 9 de abril de 1948, aunque nada comparable con lo sucedido en Bogotá. Así lo registró El Colombiano:

Desde el palacio nacional hasta la plaza de Cisneros, los grupos de bandoleros y pillos hicieron de las suyas, no hay una sola vitrina intacta. Todas rotas y saqueadas. El espectáculo de la carrera Carabobo es impresionante, parece como si hubiera sido bombardeada.

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Plaza Pública

Manifestación con motivo de la presencia del presidente Gustavo Rojas Pinilla. Gabriel Carvajal, 1953.


Una fotografía de Gabriel Carvajal Pérez muestra un tercer momento de las manifestaciones políticas en Cisneros. Se trata de la visita del dictador Gustavo Rojas Pinilla, el 15 de agosto de 1953. La imagen muestra de frente el costado occidental de la plaza; en la estación del ferrocarril se ubica la comitiva presidencial acompañada por un cinturón de efectivos del ejército y, a diferencia de los otros dos momentos, se aprecian pancartas, banderas de Colombia y banderines con la imagen de Rojas Pinilla.

Se trataba de otro momento político. Hacía poco más de dos meses que Gustavo Rojas Pinilla se había tomado el poder a costa del presidente electo Laureano Gómez. Gozaba de mucha aceptación entre diversos sectores de la sociedad colombiana, pues encarnaba el fin del conflicto armado entre liberales y conservadores y no representaba abiertamente a ninguno de los dos bandos. Además, se mostró como “el pacificador” de la nación, y su golpe de Estado tuvo la complacencia de algunos dirigentes nacionales, tanto del Partido Liberal como del Conservador.

Días antes de su visita a Medellín, el periódico El Colombiano reservó amplios espacios en sus páginas para lo que sería un acontecimiento político de primer nivel, y el 12 de agosto tituló, en primera página: “En la plaza de Cisneros será la gran recepción al señor presidente. Los detalles serán transmitidos por una cadena de emisoras”; el mismo tono del titular del 14 de agosto: “Todo listo para la gran recepción al presidente. El desfile por la ciudad será solemne e imponente”; y el día esperado llegó con otro titular entusiasta: “Con 21 cañonazos será recibido el presidente. Antioquia realizará la más grande movilización humana de su historia”. El 16 de agosto abrió su edición con una fotografía panorámica de Jorge Obando; el titular es la guirnalda de la foto: “La apoteosis de ayer al jefe de Estado. Verdaderos ríos humanos rodaron por las calles y coparon las plazas”. Curiosamente, la fotografía es muy similar a la que veintitrés años antes el mismo Obando tomó durante la visita de Enrique Olaya Herrera.

Tampoco en este caso se sabe a ciencia cierta cuánta gente se reunió en la Plaza de Cisneros en esa visita de Rojas Pinilla como presidente de la República, pero las fotografías publicadas por El Colombiano (en las páginas doce y catorce de la edición del 16 de agosto se publicó un reportaje gráfico de la visita) dan cuenta de la popularidad del dirigente en la capital antioqueña. Sin embargo, atendiendo a los cálculos, se puede decir que estos tres momentos guardan cierta similitud en cuanto a la cantidad de personas que se agolparon en la Plaza de Cisneros.

Antes y después de la visita de Rojas Pinilla hubo manifestaciones de otros dirigentes políticos con características similares. Pero con el paso del tiempo esas muestras de poder político irían disminuyendo, y las manifestaciones en calles, plazas y parques se trasladarían progresivamente a otros escenarios ya no tan multitudinarios. Quizá fue a partir de finales de los setenta que la plaza pública cedió ante los medios masivos de comunicación. El desgaste ideológico de los partidos políticos durante el Frente Nacional (1958-1974) y su remanente (1974-1990) fue otro factor para que disminuyera la movilización política en las calles. Si a eso le sumamos los factores de violencia, los atentados y los magnicidios de algunos dirigentes en las décadas del ochenta y noventa, es comprensible que los discursos políticos en plaza pública, ante decenas de miles de seguidores, ya no estén a la orden del día. Pasamos de la plaza al televisor, del televisor al computador y del computador al móvil.

Plaza Pública

Aviso del diario El Correo, julio de 1962.



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