Plaza de las Esculturas

Mario Vargas Llosa dijo que los gordos de Botero carecen de sensualidad, porque notó que tenían los sexos pequeños. Dijo, además, que están sustraídos del tiempo, indiferentes. Yo creo por el contrario que la obra de Botero da esa sensación de equilibrio y paz hasta que vas y le pasás a Eva la mano por la entrepierna, lo que hace todo el que viene a tomarse una foto con ella. El mundo de Botero parece compacto y aséptico, pero no. La sensualidad de estas figuras está en sus carnes, en sus gestos, en sus poses. Mano de 1992, por ejemplo, con el dedo índice levemente levantado en un plástico y discreto fuck you. Que los gordos se vean cerrados y limpios no quita que tengan un tremendo atractivo. La Mujer con espejo tiene esa tranquilidad del que se desnuda en la casa y hace el desayuno a cuero limpio. En ese acto desprevenido está su erotismo. Parece carecer de deseo, pero ahí está la trampa, porque nada más arrogante y seductor que la desnudez vestida de indiferencia.

 

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