Templo del Sagrado Corazón de Jesús. Jorge Obando, s.f.
“Corregir al que se equivoca”, obra de misericordia en pendón
Inaugura en 1941, erigida parroquia ese mismo año y declarada monumento nacional en 1998.
Encaminar
Para los años veinte del siglo pasado Guayaquil era un hervidero de negocios y cantinas y unas cuantas grandes casas de familia cerca de la margen oriental del río Medellín. Como un ejercicio para reformar las malas costumbres y alejar a los pobladores de la lujuria y el alcohol, miembros de las buenas familias respaldados por el arzobispo Manuel José Caycedo se propusieron la construcción de un templo católico, incitador de la fe, el recogimiento y la exoneración de las culpas.
Fue así como en 1923 se inició la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, con diseños del arquitecto belga Agustín Goovaerts, en terrenos donados por la Sociedad de Fomento Urbano, entidad formada por los dueños de los lotes que darían origen al sector que hoy conocemos como Sagrado Corazón o Barrio Triste. Cuentan que se utilizó arena del río Medellín para abaratar costos y que algunos ciudadanos aportaron joyas al presupuesto para la edificación de ladrillo macizo y estilo gótico, que se terminó de construir en 1941.
Soñar
Sin embargo, pese a las buenas intenciones de sus promotores, en el sector ganó el comercio, y aunque para los años cincuenta el templo fue lugar apetecido para la celebración de matrimonios, con el tiempo fue sumiéndose en la dinámica de las grandes vías que la circundan: San Juan, Ferrocarril, la avenida del Río y Colombia. Con estación del metro propia, Cisneros, esta zona palpita hoy entre mecánicos, autopartes, maderas, llantas, tintos callejeros y panaderías.
Por eso hace varios años hubo que rodear la iglesia con una reja para alejar unos metros de sus ya deteriorados muros el orín, el aceite de carro, los rines, el mugre. Las puertas de madera también fueron reforzadas con otras, de hierro para seguridad y de vidrio para contrarrestar el ruido.
Persistir
Pero ninguna condición adversa ha hecho que le falten fieles al Sagrado Corazón, el mismo al que estuvo consagrado por ley el país entero hasta la Constitución del 91. Como bien dijo un párroco a la prensa: “El Corazón de Jesús no es una devoción más”. Y debe ser por eso que a pesar de encontrarse lejos de residencias y cerca de talleres, comercios y oficinas, a esta iglesia acuden muchos más feligreses que a otras como las vecinas San Antonio y San Benito.
En su interior se destacan los altares al Corazón de Jesús, a la Virgen del Perpetuo Socorro y a la muerte de José, traídos de Pietrasanta; las representaciones del viacrucis, bellísimos mosaicos de colores construidos también en Italia, exactamente en Venecia; los vitrales y el púlpito en mármol carrara con doble escalinata, del que se dice es único en Colombia.
La iglesia está abierta todos los días de 6:30 de la mañana a 1:30 de la tarde. Son pocas las eucaristías, una diaria a mediodía y cinco el fin de semana, pero concurridas todas. La visitan principalmente trabajadores del vecindario, funcionarios de las Empresas Públicas y la Alpujarra.
Hasta hace poco estuvo como párroco en el Corazón de Jesús un cura famoso que salía en televisión y convocaba oleadas de personas de todos los barrios de Medellín e incluso de otras ciudades de Colombia. Pero el traslado, después de ocho años de protagonismo, hizo las veces de colador: separó la feligresía farandulera de los verdaderos devotos.